

Un restaurante muy peculiar, situado en la zona de la Alameda. No se puede reservar, y extraña ver a la gente haciendo cola en la puerta antes de que abran. Así que a medida que llegas vas ocupando mesa, aunque siempre te dan la opción de apuntarte en la lista de espera, hasta que se queda libre alguna mesa. Ayer estuvimos cenando allí. Sorprende la calidad de sus tapas y platos. Tienen un pate casero impresionante y un exquisito risotto, además de carnes y platos elaborados como el tajine marroquí. Destacar el buen servicio. Siempre está lleno, y no es de extrañar, no necesitas dejarte el sueldo para cenar como un marqués.
Queda claro que sustituyen el "glamour" de un restaurante, por la calidad de su comida.
Un sitio para repetir.
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